Cliente:Fueradeleje Danza
Precisamente, el espacio elegido para poner en escena esta propuesta es una de sus claves, ya que facilita a los dos bailarines, Iñaki Fortún y Virginia Oroz, la interacción con los elementos audiovisuales. Y es que ambos se mueven rodeados por pantallas de televisión en las que se exhiben diálogos de películas que encajan con cada una de las ocho escenas que componen Meeting Point. La producción de esta parte del montaje, que incluye también proyecciones en las paredes, ha corrido a cargo de Acrónica, empresa de los hermanos David, Dani y Mikel Bernués con amplia experiencia en artes escénicas, cine y televisión.
De la mano de todos estos fundamentos, a los que se suma el vestuario de Karlota Laspalas, Fueradeleje afronta su quinto estreno en cinco años. Un lustro en el que la compañía se ha consolidado en Navarra con coreografías y colaboraciones de otros artistas y que sigue dando frutos con esta nueva obra y con la anterior, Because We Love, que mañana se representará en San Adrián en el seno del festival Escena y el sábado visitará el Centro Niemeyer de Avilés (Asturias). En este sentido, si bien no es un cierre de ciclo, sino una continuación del camino, Meeting Point supone una incursión más personal de Fortún y Oroz, que han contado con la colaboración de Marisa Vera, tercera integrante de Fueradeleje, para coreografiar ocho escenas en las que, desde el lenguaje abstracto de la danza, los bailarines indagan en las relaciones personales. En las de toda clase y condición, "independientemente de su género", ya sean de pareja, de hermandad, de amistad, de trabajo... "Representamos las distintas fases que atraviesan esos vínculos desde el movimiento y apoyados en los fragmentos de las películas", explica Iñaki Fortún, para quien es "un auténtico lujo" actuar en la tercera planta del Gayarre, en un espacio que Virginia Oroz califica de "original y sinuoso" y que está acorde con la "versatilidad" de este espectáculo que quieren llevar a teatros, pero también a la calle.
conciencia Y si la danza es el vocabulario que traduce las distintas etapas de las relaciones, las imágenes de los televisores representan "nuestra conciencia". En opinión de ambos creadores, se trata de una obra "dinámica" y "fácil de ver" que concitará la complicidad del espectador, "que en muchas ocasiones se sentirá identificado y en otras se le despertarán recuerdos o sensaciones". En definitiva, se trata de una "meditación danzada" que parte de la idea de que el ser humano es un ser social y necesita relacionarse con los demás, de ahí que deba existir un punto de encuentro en el que poder interaccionar con el otro. Ese enclave puede ser físico, pero también mental: un espacio común, un concepto, un compromiso o un apoyo a partir del cual contactar.
La primera parte es más intimista y las escenas son individuales. De este modo, a la fragilidad del individuo ensimismado le sucede el descubrimiento del semejante, el acercamiento, la comunicación, el juego, las fricciones y, como en todo nexo humano, el conflicto. A este le sigue la reconciliación, pero el punto de encuentro ya se ha visto alterado por todo lo experimentado, así que llega el momento de la sinceridad y la necesidad de empatizar.
Ante todo, este montaje tiene el propósito de sugerir emociones, reflexiones y perspectivas abiertas, de modo que será el público el que complete el proceso de creación, dirigiendo su mirada ya a los bailarines ya a las pantallas, que ofrecen imágenes de una cuarentena de filmes de ayer y de hoy. Todas las escenas cuentan con distintas piezas musicales, lo que ha complicado algo más el proceso de creación, ya que había que dar en cada momento con la melodía más adecuada. Finalmente, suenan temas de Brian Enno, Armand Amar, Rebé Aubry, Karl Jenkins, etcétera.
El premio se entregó en la Gala que se celebró en la Sala de Cámara de Baluarte, donde además fueron premiados La Red Bullet e Hibakusha en música, Miguel Ayesa en Artes Plásticas y Mikel Colás en moda.